martes, 18 de mayo de 2010

Tras congreso y gripe, volviendo al ruedo: dos autores del curso de propedeutico

1-ANÁLISIS COMPARADO DEL DESEMPEÑO INSTITUCIONAL DE TRES
GOBIERNOS LOCALES: UNA PROPUESTA METODOLÓGICA.
Juan Manuel Abal Medina
http://www.catedras.fsoc.uba.ar/castiglioni/doc4.pdf


2-Innovación Conceptual y Cambio Político
Cecilia N. Lesgart
http://www.saap.org.ar/esp/docs-congresos/congresos-saap/V/docs/tcach/lesgart.pdf

PD si alguien me cuenta de que me perdi en estos dos fines de semana que no fui, si hay fecha de entregas, como andas mis cros. de ingles con candiotti, se los agradezco. Saludos Nuria.

lunes, 17 de mayo de 2010

El comunismo postmoderno

A Parte Rei 50. Marzo 2007
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei 1
El comunismo postmoderno.1
Gianni Vattimo
Traducción de Mariana Urquijo
Un adiós al socialismo que ha dejado de creer en la transformación
radical de la sociedad. Aunque quizá, todavía, la revolución se puede pensar en
términos menos autoritarios, más irónicos y anárquicos.
Era poco compasivo el comentario de Noam Chomsky sobre el grueso volumen
que hace unos años llamó su atención, el Imperio de Toni Negri, traducido por Alcira
Bixio2 que, quizá también por mérito de su colaborador norteamericano Michael Hardt,
parecía menos hermético que muchas de las obras del profesor de Padua. Chomsky
observó que las tesis de Imperio podrían haber sido expresadas de forma más útil y
clara en un número de páginas mucho menor, en vez de en un volumen de ese estilo y
de esas proporciones. Leyendo ahora las conversaciones de Negri con Raf Valvola
Scelsi3 autor, entre otras cosas, de una antología de textos políticos titulada
Cyberpunk4 nos damos cuenta de cuan útil es para la comprensión, e incluso para la
capacidad persuasiva de las ideas de Negri, la colaboración de alguien que le escuche
y que le ayude a resumirlas y aclararlas.
Adiós al socialismo (Goodbye Mr Socialism es el título de la edición italiana), el
libro del que aquí se habla no es para nada, como es obvio para cualquiera que
conozca a Negri, una puesta en acto de lo que desgraciadamente gran parte de la
izquierda parece haber aceptado, esto es, que no hay ningún sistema económico
eficaz a parte del capitalismo. Al socialismo aquí se le dice adiós justamente porque se
ha dejado fascinar (y no precisamente por motivos estéticos) por el modo de
producción capitalista, renunciando a su propósito originario de conducir a la
humanidad fuera de la prehistoria de la explotación y de la violencia. El desastre del
socialismo real de la URSS, culminado en la dictadura stalinista y sus crímenes
sangrientos, se explicaría fundamentalmente por estas traiciones originarias que, más
allá de las decisiones personales de Stalin, se volvieron necesarias por el asedio en el
que desde el principio las potencias capitalistas encerraron al estado soviético. De
todo lo demás nos podemos hacer una idea fácilmente: para llevar la Rusia feudal de
principios del siglo XX hasta el punto de competir con EEUU en la carrera espacial en
los años cincuenta, era difícil no seguir el camino de la industrialización forzada que
hizo que se perdiera todo contenido liberatorio del sistema de los soviets: del
programa original de Lenin (comunismo como la suma de soviet e industrialización)
quedó solamente el ideal del desarrollo industrial acelerado, necesario para no ser
estrangulados por el asedio del capitalismo (y para, entre otras cosas, combatir a Hitler
durante la Segunda Guerra Mundial). No es que así Negri absuelva completamente a
Stalin y a la clase dirigente soviética que lo siguió; pero si que muestra cuánto de
1 Este artículo se publicó originalmente en La Stampa, 16 de Enero 2007.
2 Negri, T. y Hardt, M.: Imperio, Editorial Paidós, Barcelona 2002, (432 p.)
3 Negri, Toni: Goodbye Mrs Socialism. Feltrinelli, 2007. Edición a cargo de Raf ‘Valvola’ Scelsi
(204 p.). No disponible en castellano.
4 Editada en italiano por Editorial Shake, 1990. No disponible en castellano.
Gianni Vattimo
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei 2
objetivamente inevitable hubo en la involución de la Rusia de la Revolución de Octubre
hasta la caída del muro de Berlín. Todo se deriva de no haber creído, o de no haber
podido creer, tanto en la transformación radical de la sociedad como en la creación del
nuevo hombre soviético que la tendría que haber producido.
Por lo tanto el socialismo ha muerto por suicidio, se ha reducido en los
sistemas socialdemócratas industriales, a un capitalismo de Estado que –justamente
en cuanto fundado en la idea de beneficio, rebajada tan solo con algún mecanismo
redistributivo (sociedad del bienestar etc.)- da muestras de no poder ir al mismo ritmo
que el capitalismo “auténtico” que busca los beneficios y para lo cual reconstruye
continuamente estructuras de dominio y de explotación. El final del socialismo, se
podría decir, demuestra para Negri la imposibilidad de que el capitalismo siga
existiendo. En ello tiene una buena parte de responsabilidad el desarrollo de las
tecnologías en la era de la informática.
¿Cómo se puede pretender, por ejemplo, que siga siendo posible defender la
propiedad intelectual -de los software, de los brebajes farmacéuticos, de la música, de
las películas- en una sociedad en la que Internet tiende a poner todo “en común”?
Incluso fenómenos como Echelon –el sistema de interceptación “universal” de
mensajes que, dirigido por EEUU y Gran Bretaña, ya vigila toda nuestra vida- ya no
permite pensar en la distinción entre público y privado en los términos tradicionales; y
si no se quiere transformar todo esto en una horrenda máquina orwelliana, es
necesario repensar el sistema social al completo. Que en el fondo debería recuperar el
ideal original del soviet- de los consejos de ciudadanos implicados en primera persona
en la dirección colectiva de la cosa pública.
Negri, que acaba de publicar otro libro voluminoso y
“programático”, Multitud. Guerra y democracia en el nuevo orden
imperial5 confía mucho en la potencia de las nuevas tecnologías en
el sentido de la afirmación de lo que él llama “lo común”, esto es,
que no es privado pero que tampoco es público en el sentido
tradicional, es decir, estatal. Comunes son ciertos bienes que, como
en las sociedades preindustriales, y todavía hoy en ciertas formas
de cultura comunitaria no completamente europeizadas (por
ejemplo las sociedades andinas), están a disposición de todos
(como por ejemplo lo fueron los pastos comunales). Agua y aire limpio son bienes
“comunes” de este tipo, que tienden a serlo siempre y cuando no cambie el orden
capitalista en el que todavía vivimos. Un comunismo “soviético” en el sentido originario
de la palabra parece hoy más posible de cuanto lo fuera a principio del siglo XX: por
ejemplo (como sugería un bonito libro de Aldo Schiavone de hace ya unos cuantos
años) en una sociedad en la que todos tengan acceso a la red informática es más fácil
evitar la burocratización de los partidos y de las estructuras estatales que han
sofocado las sociedades socialistas, ya que se puede poner en común mucha más
información y así también democratizar muchas de las decisiones de interés general.
El pensamiento post-moderno del que Negri desconfía injustamente, quizá por
un exceso de influencia de autores anglosajones o incluso del propio Habermas- al
cual demonizan como el enemigo de esa “modernidad” que ni siquiera a Negri debería
gustarle tanto (stalinismo como estado más “modernización”)- ha trabajado
precisamente sobre este terreno, sobre la apertura a nuevas formas de vida individual
y colectiva menos centradas en el sujeto propietario e incluso quizá menos
relacionadas con los ideales “políticos” de la modernidad. Precisamente en cuanto
post-modernos, podemos decir, que pedimos excusas por la ausencia de programas
estrictamente políticos dentro del discurso de Negri. Cuando habla de las multitudes y
5 Negri, T. y Hardt, M.: Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio. Debate. Barcelona.
2004.
El comunismo postmoderno
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei 3
de los síntomas de su despertar de varias formas y en diferentes partes del mundo (no
global, experiencias cooperativas etc.) parece que sus tesis se difuminan en una
especie de espera mística de una renovación que –justamente por eso- no puede
identificarse con la fundación de un partido o con la toma del Palacio de Invierno.
Puede que sólo el postmodernismo (y estoy pensando en Nietzsche y en Heidegger, al
cual Negri tacha de reaccionario) pueda ayudarnos a pensar una “revolución” que no
pretenda crear un nuevo “orden” establecido y formalizado rígidamente (como en el
fondo querría Habermas), sino que acepte preparar, con un estilo un poco más irónico
y anárquico, nuevas formas de existencia, de las cuales, por ahora, tenemos sólo una
vaga intuición.

jueves, 13 de mayo de 2010

MIÉRCOLES 12 DE MAYO DE 2010

Sepa lo que es el capitalismo

El capitalismo tiene legiones de apologistas. Muchos lo hacen de buena fe, producto de su ignorancia y por el hecho de que, como decía Marx, el sistema es opaco y su naturaleza explotadora y predatoria no es evidente ante los ojos de mujeres y hombres. Otros lo defienden porque son sus grandes beneficiarios y amasan enormes fortunas gracias a sus injusticias e inequidades. Hay además otros ("gurúes" financieros, "opinólogos", "periodistas especializados", académicos "bienpensantes" y los diversos exponentes del "pensamiento único") que conocen perfectamente bien los costos sociales que en términos de degradación humana y medioambiental impone el sistema. Pero están muy bien pagados para engañar a la gente y prosiguen incansablemente con su labor.

Para contrarrestar la proliferación de versiones idílicas acerca del capitalismo y de su capacidad para promover el bienestar general ofrecemos el cuadro que sigue, obtenido en base a documentos oficiales del sistema de Naciones Unidas. Es especialmente útil cuando escucha que le dicen que la solución a los problemas del capitalismo se logra con más capitalismo; o que el G-20, o el "nuevo" FMI van a poder resolver los problemas que agobian a la humanidad.

Si después de cinco siglos de existencia esto es lo que el capitalismo tiene para ofrecer, ¿qué esperamos para cambiar al sistema? El futuro es el socialismo; con capitalismo no habrá futuro para nadie.


Población mundial: 6800 millones, de los cuales

  • 1020 millones son desnutridos crónicos (FAO 2009)

  • 2000 millones no tienen acceso a medicamentos

  • 884 millones no tienen acceso a agua potable (WHO/UNICEF 2008)

  • 924 millones “sin techo” o en viviendas precarias (UN Habitat 2003)

  • 1600 millones no tienen electricidad (UN Habitat, “Urban Energy”)

  • 2500 millones sin sistemas de dreanajes o cloacas (WHO/UNICEF 2008)

  • 774 millones de adultos son analfabetos (www.uis.unesco.org)

  • 218 millones de niños, entre 5 y 17 años, trabajan a menudo en condiciones de esclavitud y en tareas peligrosas o humillantes como soldados, prostitutes, sirvientes, en la agricultura, la construcción o en la industria textil (OIT: The End of Child Labour, Within Reach, 2006)

  • Entre 1988 y 2002, el 25 % más pobre de la población mundial vio su participación en el ingreso mundial reducida desde el 1.16 por ciento al 0.92 porciento, mientras que el 10 % más rico pasó de apropiarse el 64,7 al 71.1 %.

  • Ese 6.4 % de aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70 % de la población mundial.

Conclusión: si no se combate a la pobreza es porque el sistema capitalista obedece a una lógica que concentra la riqueza y aumenta incesantemente la pobreza.

Fuente: CROP, Comparative Research on Poverty, Bergen/Noruega http://www.atilioboron.com/
"DATOS" ADICIONALES:

¿Es sensato insistir en la infinita reforma de un sistema que produce hambre para 1020 millones de personas[1] y que, incluso, esta catástrofe humana se remite a momentos anteriores a las llamadas "crisis" alimentaria y económica recientes? ¿Es ético continuar avalando que la riqueza de los diez primeros magnates del mundo sea igual al Producto Interno Bruto de los 48 países más pobres del planeta, donde habitan 540 millones de personas?[2] ¿Quiénes argumentan a favor de la continuidad y naturalización de un sistema donde el 20% de la población detiene el 90% de las riquezas y donde más de 3500 millones subsisten con sus necesidades básicas insatisfechas, con menos de 1 o 2 dólares por día?[3]¿Por qué seguir autoengañándose con un sistema donde cada año mueren 10,7 millones de niños y niñas por causa de la pobreza?[4]

Estas cifras, llenas de vidas y muertes miserables, son sólo algunos ejemplos que expresan el verdadero resultado del “capitalismo con rostro humano”, que muchos no ponen realmente en cuestión y, en acto de fe ciega, consideran que se puede lograr. Los mencionados problemas humanos, y muchos otros más: ¿son sólo una cuestión de “organizar” o “regular” mejor al capitalismo y a sus secuaces? ¿son sólo "discursos"? El capitalismo tiene efectos más crueles para quienes viven en la región más desigual del mundo: América Latina. ¿Cuántos padecimientos más deberá soportar la mayoría de la humanidad por el aceleramiento del cambio climático, debido al sistema de producción y contaminación capitalista incentivado?


A partir de esta densa y concreta realidad: ¿qué hacer? Indignarse, tomar conciencia y rebelarse. No se puede pretender modificar patrones de poder y desigualdad haciendo uso de las mismas herramientas con las cuales se edificaron dichos patrones y que sostienen, a costa de millones de vidas humanas y de la destrucción del planeta, el sistema capitalista.


[1] Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, FAO, Italia, 2009. El mismo informe señala que “para abordar la carga de las crisis consecutivas de los alimentos y la economía, las personas pobres reducen la diversidad de sus dietas y el gasto en necesidades esenciales, como la educación y los cuidados sanitarios. (…) La mortalidad infantil aumentara y las niñas se verán más afectadas que los niños”. Ídem, p. 2.

[3] Las cifras sobre la pobreza, URL: http://www.teamstoendpoverty.org/wq_pages/es/visages/chiffres.php

[4] La desigualdad en el mundo: la pobreza en cifras, URL: http://www.gloobal.net/iepala/gloobal/fichas/ficha.php?entidad=Textos&id=1862

miércoles, 5 de mayo de 2010

Gianni Vattimo, el último comunista

Gianni Vattimo, el último comunista
Gianni Vattimo, the Last Communist
Daniel MARIANO LEIRO
Facultad de Filosofía, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
RESUMEN
Este trabajo tiene la intención de presentar algunas de las ideas del libro Ecce Comu de Gianni Vattimo. Lo que muchos han visto como una radicalización hacia la izquierda en la reflexión ético-política del pensador italiano de los últimos años, no es sino un discurso que busca desenvolver en una situación de crisis como la presente, las consecuencias del estrecho vínculo entre filosofía, política y religión que ya en los 50, representaba para Vattimo la principal de sus preocupaciones. Finalmente, se reconstruyen las razones por las que una filosofía posmetafísica podría justificar la idea según la cual el redescubrimiento de un comunismo liberado del dogma de la objetividad y el desarrollo, sería la mejor alternativa para oponer al capitalismo en las actuales condiciones de la tardo-modernidad.
Palabras clave: Capitalismo, comunismo, emancipación, metafísica.
ABSTRACT
This paper presents some of the ideas from Gianni Vattimo’s book, Ecce Comu. What many people have viewed as a radicalization toward the left in the ethical-political reflection of this Italian thinker is not only a discourse that seeks to develop in a crisis situation like the present, the consequences of the close ties among philosophy, politics and religion, which in the 50s, represented Vattimo’s primary concern. Finally, reasons are reconstructed by means of which a post-metaphysical philosophy could justify the idea according to which rediscovery of a communism liberated from the dogma of objectivity and development might be the best alternative for opposing capitalism in the current conditions of late modernity.
Key words: Capitalism, communism, emancipation, metaphysics.
Recibido: 13-05-2007 • Aceptado: 04-09-2007
A Bernardo Hughes, P.P.,
ejemplo de caridad cristiana
Entonces les presento aquí una tesis que se puede resumir del siguiente modo: no puede existir un comunismo libertario, “soviético”, sin nihilismo y sin rechazo de la metafísica.
Gianni Vattimo
Cuando a comienzos de los años ochenta, Gianni Vattimo decidió, junto al grupo de pensadores que le seguían, acuñar la expresión pensamiento débil1 para designar su propuesta de filosofía teórica, seguramente jamás imaginó el destino de incomprensión que le aguardaba. En efecto, ese ensayo de una propuesta teórica que conoció formalmente su primera expresión programática en el volumen colectivo del mismo nombre, no tardaría en ser señalado por sus críticos como uno de los últimos productos ideológicos del capitalismo tardío que venía a sumarse al canto de sirenas con el que se intentaba en nuestros días persuadir a las almas disconformes a vivir en un mundo competitivo, resignando la capacidad negadora del pensamiento.
El último libro del filósofo italiano, Ecce Comu que ha publicado la editorial Ciencias Sociales de Cuba y cuenta ya con una primera versión italiana, desmiente ese juicio apresurado, acentuando de un modo intempestivo la crítica de izquierdas en un momento donde el retroceso de las fuerzas progresistas en el mundo desarrollado, ha hecho perder a la izquierda democrática los rasgos de su identidad hasta el extremo de lo irreconocible, en un esfuerzo por cuidar la moderación frente a las exigencias del nuevo ordenamiento económico que, bajo la tutela de los EEUU, impera a escala planetaria2. Pero la radicalización de la crítica en la hermenéutica de Vattimo no debe entenderse –al menos así lo ha querido subrayar el propio filósofo italiano– como un vuelco “ ético-político” dado a su pensamiento, después de constatar el exceso de afirmación en la que, repitiendo los defectos de la figura nietzscheana del asno, parecía desembocar la aporética situación del antifundacionalismo y su amistosa mirada al mundo de las apariencias, que se derivaba del descubrimiento de que no hay hechos, sino más bien interpretaciones. Sin embargo, lejos de ser un “giro” como a menudo se suele sostener, la acentuación de la crítica en un mundo que se ha endurecido en su horizonte reaccionario, pretende responder fielmente a una motivación original –fundamentalmente práctica– que había inspirado el comienzo de la reflexión del pensador italiano. Dicha motivación como, sin duda, lo sugiere el título provocador de la obra que comentamos, Ecce Comu, tampoco puede desligarse por completo –y pese a todas las dificultades que ello comporta–, de un interés muy en boga en el pensamiento crítico de los años 60 que impulsaba a buscar una síntesis del espíritu más contestatario de Nietzsche y Marx. El título algo hermético del libro empieza a aclararse cuando se advierte su procedencia marcada por el sabor amargo de una experiencia política partidaria en cierto modo frustrada, la del breve período de Vattimo como eurodiputado en las filas de los demócratas de izquierda dentro del grupo de los socialistas europeos. Se trata, en todo caso, de un episodio en una vida política dilatada que transcurrió en su mayor parte alejada de la contienda de los partidos, pero que se ha visto signada por un compromiso “católico-comunista” al cual Vattimo nunca ha querido renunciar desde la edad adulta. Así, se entiende que este testimonio del paso del filósofo de Turín por la arena política pueda comprenderse como un intento de explicación que, parodiando en cierto modo a Nietzsche con “un poco de ironía libre y goliardezca”, relata las peripecias de un intelectual europeo (y más precisamente católico e italiano) para llegar a ser lo que se es en política.
Pero para seguir el hilo conductor de su desarrollo conviene no perder de vista los apuntes que anteceden a los primeros trabajos del libro, en los que Vattimo revisa sus intervenciones en distintos ámbitos públicos y medios de prensa, dando muestra de un pensamiento vivo, constantemente sometido a autocrítica que se esfuerza por responde a los envíos del Ser. Allí el pensador italiano aprovecha la ocasión para reconstruir con la perspectiva más amplia que puede ofrecer la distancia, el itinerario de su “larga marcha por las oposiciones” que, comenzó setenta años después de la partida de Mao en aquel célebre periplo por su país natal, dibujando una suerte de “autobiografía” política que acabará con el redescubrimiento de la actualidad del comunismo.
El socialismo, según Vattimo, revela toda su actualidad al presentarse también como un momento de la historia del debilitamiento del ser. Así, la verdad del comunismo se manifiesta en la época del ocaso del ser metafísico como el darse del objeto en la perenteoriedad de la presencia, como una forma de antinaturalismo radical que coincide con la herencia secularizada del mensaje cristiano. El socialismo acompaña ese proceso de liberación de la objetividad del ser verdadero en que consiste el nihilismo con la progresiva disolución de los presupuestos ideológicos que permitían justificar la desigualdad natural. Esa pues había sido la forma con la que el pensamiento de derecha ha pretendido fundar el mito del progreso para el cual las desigualdades con las que los hombres vienen al mundo se vuelven beneficiosas y hasta necesarias, pues motorizan la competencia, impulsando el desarrollo. Sin embargo, con la culminación de la metafísica se han desplomado las máscaras ideológicas que mantenía calmados el espíritu de los pobres y dejaba tranquilas a las conciencias de los explotadores.
Después de algunas décadas de globalización y predominio neoliberal que ha conseguido imponer en el mundo entero un régimen de competencia económica ilimitada, las promesas de un mayor progreso para todos se han esfumado, y ni siquiera en la capital del imperio mundial, los Estados Unidos de Norteamérica, esas buenas expectativas han podido cumplirse allí donde fácilmente se advierte que la brecha entre ricos y pobres, lejos de disminuir como se pensaba, ha aumentado. Algunas consecuencias de ese desolador panorama se revelan en la marginación de la mayoría de la humanidad a la utilización de los recursos del planeta que sólo puede imponerse a la fuerza, si la sociedad opulenta acepta el alto costo – también en términos económicos para quienes intentan llevarlo a cabo– de convertirse en una fortaleza militarizada para mantener su actual ritmo de consumo. Pero difícilmente esos privilegios que el mundo desarrollado puede todavía disfrutar vayan a conservarse por demasiado tiempo, no sólo porque siempre está latente la posibilidad de que los oprimidos por la violencia intolerable del sistema deseen algún día liberarse del yugo que pesa sobre ellos, sino también porque la propia explotación irracional de los recursos naturales a la que ha dado rienda suelta la ideología del progreso, torna más incierto el futuro de la especie humana sobre la tierra.
Es posible que el orden vigente pueda solamente sobrevivir al precio de adoptar como un estado normal la “guerra infinit” que quizás ya ha comenzado, señalando un síntoma de enfermedad del capitalismo tardío. Una enfermedad que, según anticipa el oscuro pronóstico del Pentágono Norteamericano, no parece augurar más que una época plagada de conflictos, de la que nadie a ciencia cierta se atrevería a anticipar cuando acabarán, y si es que algún día acabarán. Conflictos en los que lo que estará en juego ya no será la apropiación del petróleo como hasta el momento (tampoco parece que la búsqueda de una fuente alternativa de energía podría mejorar la situación de persistir el mismo régimen de propiedad que hoy impide, por ejemplo, la llegada de medicamentos a millones de africanos que dependen de ellos para continuar viviendo), sino la disputa de un recurso agotable, las reservas del agua pura y aire respirable en el planeta.
Pero el recurso a una metafísica naturalista no sólo es un patrimonio exclusivo del modo de justificación del imperialismo norteamericano que necesita cubrirse de razones “absolutas” para legitimar la extensión de su proyecto disciplinario de una sociedad de control al mundo entero.
La metafísica objetivista que puede verificarse también en las pretensiones cientificistas de la tradición soviética, nunca ha sido suficientemente criticada por el marxismo, y si quizás no alcanza a explicar todos los excesos del socialismo real, puede ayudarnos a entender buena parte de sus “desviaciones” autoritarias que terminaron por precipitar en el fracaso a las esperanzas de libertad del comunismo. “Si la clase obrera –escribe Vattimo– es legitimada para hacer la revolución porque, al no tener intereses que defender, posee un acceso más auténtico al Gattungswesen y, por tanto, a la verdad de la historia, sus vanguardias (el proletariado trascendental diferente al proletariado “empírico”: es decir, las burocracias del partido) tendrán el derecho así como el deber, de imponer a todos la verdad que poseen de un manera privilegiada”3.
A pesar de sus buenas intenciones de realizar la promesa del kantiano reino de los fines que ordena nunca rebajar la dignidad humana a la condición de un simple medio instrumental, la figura del hombre desalienado de Marx se encuentra todavía grávida de la violencia del fundamento metafísico que se presenta como una incontestable figura de autoridad más allá de la cual no se puede ir.
Sólo un socialismo que ha conseguido abandonar la metafísica objetivista puede encarnar coherentemente la promesa revolucionaria que aspira a que lo dado no sea la última palabra, abriéndose a la posibilidad de la creación de acuerdos en una discusión libre sobre bases convencionales que pueden ser siempre revisadas, pero que comprometen acaso mucho más que cualquier forzada invocación de supuestos principios “eternos”.
Así se puede entender que el peso de la filosofía haya sido siempre más determinante para la izquierda que para la derecha ligada a posiciones de sentido común, para las cuales lo que se da en la “realidad” nunca representa un serio inconveniente. En efecto, en tanto crítica del orden político existente –y esto podría ser tal vez un primer intento más bien provisional de caracterizar su significado–, la izquierda se ve envuelta en la necesidad de justificar teóricamente la intuición fundamental que lleva a afirmar el pensamiento de que nunca la pura efectividad podría ser la última palabra.
De allí no es difícil extraer como conclusión la idea de que la negación del status quo no está demasiado alejada del rechazo que inspira a la hermenéutica de Vattimo y que encuentra finalmente su expresión en una negación motivada en razones de carácter ético-político de las consecuencias que se derivan del tipo de concepción que Heidegger llamaba metafísica, en tanto pensamiento que tiende a identificar el ser verdadero con los entes y, en última instancia, con la objetividad manipulable de la ciencia-técnica moderna. Ese pensamiento que conduce al decir de Adorno a la constitución de un “mundo administrado” por el sistema de la organización científico total, con la consiguiente pérdida de libertad y proyectualidad del individuo, no puede ser negado más que en base a las razones ético-políticas que llevan a rechazar la violencia, en suma, las mismas razones por las que no se podría querer que la pura efectividad llegara a convertirse en la palabra definitiva. Pero lo real –escribe Vattimo– como se ve a través de los resultados éticos y sociales de todos los realismos filosóficos, es sólo el orden existente de los vencedores (así los denomina Benjamin en su Ensayo sobre filosofía de la historia) consideran racional y desean conservar”4. En tal sentido, el pensador de Turín propone –siguiendo las enseñanzas de Ser y Tiempo de Heidegger y las del Bloch de El Principio esperanza– una posibilidad de interpretar el misticismo que se ha atribuido al filósofo de la selva negra en la tarea de pensar “lo no dicho" (en definitiva por el poder), lo impensado de la historia del ser como un llamado a recordar a los vencidos que esperan todavía una redención5.
Ahora bien, las democracias formales que concretizan al capitalismo en el plano institucional, manteniendo una distancia cada vez más marcada con las bases sociales, han probado ser totalmente incapaces de acercarse al ideal de una transformación en algún sentido deseable, más aún cuando la sociedad industrial avanzada disfruta de una cómoda “paz” en la etapa pos-fordista del sistema capitalista, sin los sobresaltos de una clase revolucionaria que pueda amenazarla. En efecto, “el mundo industrializado – afirma el filósofo italiano- desarrolla en los ciudadanos un espíritu pequeño-burgués que privilegia sobre todo la seguridad: por tanto, socialismo como welfare, tranquilidad social”6. Asimismo ni la competencia de una China armada en disputa de los recursos naturales, ni tampoco la violencia terrorista de grupos de islámicos fanáticos podrían ser un incentivo adecuado para movilizar al Occidente rico en un sentido constructivo. Tampoco la propuesta de una vía reformista de pensadores de izquierda bien intencionados como Unger de la School of Law de Harvard que vuelve a proponer –en un momento donde el estallido de crisis agudas del sistema ya no parece estar en un horizonte cercano–, el mismo desafío que Schiller se planteaba en Cartas sobre la educación estética de transformar con “pasos cortos ” al Estado sin llegar a detener completamente la maquinaria, logrará trasponer el umbral de la compatibilidad con el sistema, por más que una alternativa moderada de este tipo pueda ser preferible a la de sus adversarios conservadores y de derecha7.
En un contexto tan poco alentador, parecería que solamente cabría esperar como anhelaba la poseía de Cavafis y en cierto modo también Nietzsche, la llegada de “nuevos bárbaros”. Sólo que en las actuales condiciones esos bárbaros en cuyo arribo el pensador de Turín quisiera confiar –aunque en verdad sin hacerse demasiadas expectativas de sus posibilidades de transponer la casi inexpugnable fortaleza que la sociedad industrial avanzada ha levantado para su defensa–, vendrán de los países del “Tercer Mundo”, de América Latina, y quizás con más urgencia todavía del África sometida a condiciones infrahumanas, para que el mundo desarrollado que consume la mayor parte de los recursos del planeta, pueda despertar de la macabra pesadilla de destrucción en la que ha entrado. Sin embargo, Vattimo no tiene intención de llevar a cabo el mismo tipo de delegación que se ha visto en otros intelectuales de izquierda como Herbert Marcuse, pues no cree que sea posible que las justas demandas de los oprimidos del Tercer Mundo puedan hacerse oír como un factor de presión lo suficientemente potente para obligar al mundo desarrollado a una dura reestructuración de sus hábitos de consumo. Sin duda, una demanda cohesionada de los condenados de la tierra en este sentido, podría ayudar a impulsar el proceso, pero es claro que si existe todavía alguna esperanza de que el capitalismo pueda transformarse, seguro es que esa posibilidad no sobrevendrá sin un cambio al interior del propio sistema, la sociedad opulenta, que deberá experimentar una profunda transformación de actitud y de mentalidad, como si se tratara de un enfermo en riesgo que decide dejar atrás sus viejos hábitos asediado por el temor a la muerte. Si no existe ninguna garantía acerca de que ese momento llegará cuando ya no pueda ocultarse más el destino de destrucción hacia el cual la humanidad parece fatalmente encaminada, cabe al menos suponer que quizás podría sobrevenir cuando la propia sociedad opulenta descubra lo intolerable que se volvería la vida en una fortaleza militarizada. Pero es difícil pensar que el shock de renovación que las sociedades liberales necesitan pueda acontecer por una vía revolucionaria, entendida en términos tradicionales de la toma violenta del palacio de Invierno.
La razón de ello no simplemente hay que buscarla en un principista rechazo de la violencia como podría implicar un cambio tan drástico como una revolución, sino también en un cálculo de la relación de fuerzas en el mundo contemporáneo, que hace que sea muy difícil sino imposible pensar en una victoria de los oprimidos por medios violentos. Lo que parece más seguro es que, aunque los explotados son siempre muchos más en número, ese momento no llegará sin un baño de sangre siempre injustificado, como el que podría dejar en evidencia un sacrificio demasiado elevado en vidas humanas. En cambio, si sucede lo que más razonable parece ser y la rebelión resultara aplacada, lo más seguro es que la situación sería aprovechada por los poderosos que encontrarían así la ocasión de imponer una disciplina más férrea que antes.
Por eso, siempre será necesario inventar formas de subversión menos violenta con la que, no obstante, se pueda introducir obstáculos al funcionamiento de la democracia formal, imaginando continuamente la posibilidad de nuevos focos de conflicto con el poder central que, según piensa Vattimo, podrían llegar a ser también eficaces, “empezando por el boicot de mercancías impuestas por la pompa mediática”8.
Pero ninguno de esos legítimos actos de subversión civil podrían ser admitidos, si se debe renunciar a algunos de los valores básicos de la democracia liberal, como el derecho a decidir por uno mismo sin dejarse encandilar por los encantamientos de la voluntad de la mayoría.
Como es fácil suponer la revuelta que, según la esperanza de Vattimo, debería sacar “a Europa de la decadencia y el nihilismo reactivo”9, no podrá ser ya la del viejo proletariado mundial que Marx había preconizado, sino la reacción por la supervivencia de una masa heterogénea y anárquica que se parece más a lo que Negri identifica con el término multitud, aunque despojada de ese aura mística, mesiánica que el autor de Imperio le atribuye10. Una masa que no ha pasado por la dura formación de la conciencia de clase, pero que, por sufrirlo en carne propia, alcanza a percibir el desastre hacia el cual el planeta se encamina. Una masa que no porta ya sobre sus espaldas la pesada certeza de un proyecto pensado y elaborado por una élite iluminada que pretende basar la verdad de su incuestionable posición en un conocimiento objetivo de lo real11.
Un comunismo anárquico y sui generis así definido conseguiría tal vez liberarse de algunos de los rasgos autoritarios que caracterizaron al modelo soviético y contribuyeron a precipitar su caída.
En el mundo desarrollado es probable que los nuevos pobres en condiciones de tomar partido en la rebelión de esa masa heterogénea y un poco anárquica que Vattimo desea que algún día pueda llegar a cristalizar, no serán sólo aquellos que, por haber sido expulsados del mundo del trabajo y del consumo, ya no encuentran ninguna esperanza dentro del sistema. Puede suceder también que la nueva pobreza que incite a la rebelión en la sociedad opulenta, termine siendo la de una mayoría desposeída de la propiedad de los medios de información y del control de las tecnologías, que hoy ha hecho que se volviera realidad el ejercicio de una vigilancia electrónica universal sobre los individuos, con la excusa o la razón de una amenaza terrorista. Pero si bien es cierto que una reacción de este tipo está por el momento lejos de ser inminente en las actuales condiciones del capitalismo tardío, en la medida en que las masas tienden a no cuestionar la reducción de las libertades individuales, con tal de no perder los privilegios que el mundo desarrollado puede todavía asegurar; tal vez se pueda imaginar un futuro menos complaciente, en el que el malestar que genera un estado de control oninvasivo, se convierta en una de las consecuencias no deseadas de la revolución informática-informativa que se está apenas creando y quizás –retomando la celebre metáfora del Manifiesto Comunista– podría llegar a crear también a sus propios sepultureros.
En la formación de ese nuevo proletariado mundial, el Internet tendría una función importante que desempeñar12. No por gusto este medio tecnológico es habitualmente considerado un icono característico, quizás el producto más representativo del actual estado de globalización impulsada por los Estados Unidos. Pero usada con inteligencia, la red de redes, verdadero farmakon –mezcla de veneno y medio de emancipación–, podría también llegar a circular como un valioso instrumento en contra del sistema como lo ilustra el hecho de que a través de ella, diversas expresiones de la resistencia hayan comenzado a tomar forma en distintas partes del planeta, como el ejemplo de los movimientos pacifistas y de oposición a la última guerra en Irak.
La aspiración al comunismo a la que Vattimo considera que se debería retornar después del fin del comunismo soviético no puede ser otra que la del sueño de una sociedad libre del dominio, en donde se consigue recuperar las dimensiones utópicas de la izquierda. Un mundo ya no alienado por la división del trabajo, en el que “ en la mañana se trabajara un poco –en el jardín, en la computadora, quizás moviendo algún peso–, y en la tarde nos reuniéramos a leer juntos un libro, a mirar una película, a escuchar o componer música y hasta hablar un poco de política”13 sería tal vez un mundo más justo, pero no por eso un mundo perfecto. En efecto, el ideal de una sociedad libre de las relaciones de poder y de la estructura de propiedad dominante que no produce riqueza ni emancipación para todos, no puede simplemente identificarse con el viejo sueño organicista que la izquierda había heredado de la Fenomenología del Espíritu de Hegel: el ideal de una comunidad sin más conflictos (lo que tampoco sería deseable), porque el interés de cada uno llegara a confluir en perfecta armonía con la voluntad de todos.
En el final de la metafísica cuando han declinado las formas de autoridad del pasado, la posibilidad de un comunismo libertario podría solamente fundarse en una concepción hermenéutica de la sociedad, que, por otra parte, sería más acorde a la vida democrática para la cual el conflicto de interpretaciones debería ser su modo normal de funcionar. Es precisamente el reconocimiento de esa experiencia de la pluralidad liberada del mundo, lo que permitiría que los conflictos pudieran desenvolverse en forma menos violenta, porque se descubren, siguiendo las enseñanzas de Nietzsche, como conflictos de interpretaciones que se asumen como tales, y no ya como verdades contra errores14. De hecho una sociedad tardomoderna en la cual comenzara a tomar cuerpo este ideal comunista, debería ser una sociedad de relaciones más flexibles donde pudieran vivir muchas comunidades diversas que no necesariamente comparten los mismos ideales ni las mismas formas de vida; una sociedad pluralista capaz de tolerar en su interior incluso hasta algunos focos de anarquía, sin necesidad de llegar al límite indeseable de la resistencia antisocial15.
La aspiración del comunismo que Vattimo piensa que se debería intentar rescatar, tendrá también que liberarse de los ideales del “desarrollo” y el rendimiento económico que han sido algunas de las consignas que han terminado por hacer desaparecer el contenido libertario del programa leninista de los soviets, en un desesperado intento por convertir a la estructura estatal-comunista en el modelo más eficiente de organizar la producción. Esa ilusión podría tener todavía algún sentido en las condiciones de atraso de una sociedad casi feudal como la Rusia pos-zarista en la que comenzó a levantarse la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas, y donde la alternativa de ingresar en el camino de una industrialización forzada, parecía ser la única posibilidad de no perecer ante el asedio de Hitler durante la segunda guerra mundial o bien más tarde estrangulada por el cerco de las potencias capitalistas. Pero hoy a la vista de las consecuencias del desarrollo tecnocientífico en el que se afirma la pretensión del hombre de realizar su libertad en la lucha contra la naturaleza, podemos ya dudar de la conveniencia y necesidad de seguir la ideología del desarrollo a cualquier precio. En efecto, si alguna conclusión es posible todavía extraer de la experiencia del fracaso del comunismo soviético, así como de los sucesivos recortes al sistema socialdemócrata europeo que en las últimas décadas se han propuesto un intento de racionalización, es que cualquier avance hacia el socialismo se pervierte cuando intenta competir con el capitalismo en términos de su eficacia productiva. En tal sentido, mejor sería (y Vattimo piensa que es lo más sensato), que pudiéramos a abandonar de una vez toda esperanza de que el socialismo pueda hacer funcionar a la economía sin los males de crisis y desocupación de las que pretendió verse liberado el marxismo cientificista, imaginando la posibilidad de un mundo planificado y completamente racional.
La finalidad de un cambio en las relaciones de poder vinculado a la estructura de propiedad como aquel que el pensador italiano nos propone, nunca podría seguir los mismos criterios de rendimiento y eficiencia económica que el capitalismo persigue, sino el interés de asegurar una vida “buena” a una mayor cantidad de personas, lo que solamente se puede apreciar desde una lógica del don diferente de la que actualmente domina el mundo del mercado.
Pero esta idea del socialismo que, según el filósofo de Turín, vuelve a cobrar vida y significación en el presente, y se revela quizás como la mejor alternativa para oponer al capitalismo, no puede ser asumida sino como una interpretación que no pretende pasar por más verdadera, pero que cuenta con buenas razones de su parte para persuadir incluso a sus adversarios. Se trata en todo caso de la conclusión a la que llegaría alguien que, como Vattimo, compartiera un mismo rechazo hacia la violencia por motivos éticos y se negara a aceptar resignadamente que el dominio pudiera enseñorearse en el mundo como algo indiscutible.
Desde una racionalidad hermenéutica no-metafísica como la que el pensador italiano defiende y elabora sus argumentos, la necesidad del socialismo debilitado en las actuales condiciones de la tardo-modernidad, no puede justificarse más que haciendo referencia a una posible respuesta que el penseiro debole intenta ofrecer a la transmisión histórico-cultural en la cual se ha formado y en la cual como es obvio, la escucha atenta del mensaje de la caridad del cristianismo secularizado, donde un Dios piadoso se encarna, no más en señor sino en hermano, no podría dejar de ejercer un peso fundamental16. Naturalmente que el lúcido pesimismo de Vattimo no podría ignorar que un ideal de una sociedad justa y augurable como a la que aspira este comunismo reencontrado, no parece muy cerca de poder realizarse en la situación del mundo actual17. Pero aún así mantener viva esa esperanza parece ser la única alternativa por la que vale la pena todavía luchar18.
Referencias Bibliográficas.
1. VATTIMO, G & ROVATTI, PA (988). El pensamiento débil. Madrid, Cátedra, Madrid.
2. VATTIMO, G (2006). Ecce Comu. Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.
3. VATTIMO, G (2004). Nihilismo y Emancipación. Santiago Zabala (comp.), Paidós, Barcelona, España.
Notas:
1 VATTIMO, G & ROVATTI, PA (988). El pensamiento débil. Madrid, Cátedra, Madrid.
2 En sus inicios en los años 80 el pensamiento débil intentó responder a la degeneración violenta del movimiento del 68, que en Italia había desencadenado una macabra danza de muerte sin sentido. En ese contexto era no menos importante para Vattimo tomar distancia ética de las iniquidades y abusos cometidos por la experiencia del llamado “socialismo real”, cuestionando la metafísica que en parte las explicaba y justificaba. Vattimo define a la política que expresa a la posición teórico-práctica de aquellos años con una metáfora tomada del mundo del ajedrez: “jugada del caballo” en tanto procura con una suerte de movimiento lateral “no entrometerse en la política del poder, hacer sólo política de base, lo local contra lo local siempre violento” (VATTIMO, G (2006). Ecce Comu. Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, p.37). Pero no por ello se debe pensar que esta alternativa motivada en parte por los acontecimientos del mundo significaba abdicar de una posición de izquierda que, según Vattimo, ha sido siempre consustancial con su ontología hermenéutica del declinar que busca redefinir las posibilidades de emancipación humana en términos de una progresiva reducción de la violencia y el dogmatismo.
3 VATTIMO, G (2006). Op. cit.
4 Ibid., p. 105.
5 Ibid., p. 84.
6 Ibid., p. 96.
7 Ibid., p. 108.
8 Ibid., p. 49.
9 Ibid., p. 104.
10 Ibid., p. 71.
11 Ibidem.
12 Ibid., p. 67.
13 Ibid., p. 66.
14 Ibid., p. 106.
15 VATTIMO, G (2004). Nihilismo y Emancipación. Santiago Zabala (comp.), Paidós, Barcelona, España, p.136.
16 Ibid., p.106.
17 Ibid., p. 109.
18 Ibid., p. 110.

domingo, 2 de mayo de 2010

Siete vientos... de Digna Rabia

Primer Viento: una digna juventud rabiosa

Buenas noches. Sintrófisa, síntrofe, Ekseyerméni Eláda. Emís, i pió mikrí, apó aftí ti goniá tu kósmu se jeretáme. Déksu ton sevasmó mas ke ton zavmasmó mas giaftó pu skéftese ke kánis. Apó makriá mazménume apó séna. Efjaristúme. (Espero no haber dicho una grosería, lo que quise decir fue “Compañera, compañero, Grecia rebelde. Nosotros, los más pequeños, desde este rincón del mundo te saludamos. Recibe nuestro respeto y admiración por lo que piensas y haces. Desde lejos aprendemos de ti. Gracias.”)


I

De las violencias y otras cosas.

Desde hace mucho tiempo, el problema de los calendarios y las geografías han desvelado y develado al Poder. En unos y en otras ha visto (y verá) cómo su flamante engranaje de dominación se atasca y descompone. Por eso es que trata de poner mucho cuidado en el manejo de las geografías y los calendarios.

En las geografías puede parecer más claro: en su torpe truco, que este Festival ha develado, Grecia queda muy lejos de Chiapas. Y en las escuelas se enseña que México queda separado por un océano de Francia, el País Vasco, el Estado Español, Italia. Y si vemos un mapa, podemos notar que Nueva York queda muy al norte de la Chiapas indígena mexicana. Algo que fue refutado hace unas horas por las compañeras y compañeros del Movimiento Justicia para el Barrio. Y la Argentina queda muy al sur de esta tierra, algo desafiado por el compañero de Solano que acaba de hablar.

Pero ni arriba ni abajo hay esa separación. La brutal globalización neoliberal, la IV Guerra Mundial que le decimos los zapatistas, puso a los lugares más distantes en simultaneidad espacial y temporal para el flujo de riquezas… y para su apropiación.

Ya no más los cuentos fantasiosos sobre los supuestamente heroicos descubridores-conquistadores, que vencían con espada y cruz la debilidad de quienes eran “civilizados”. En lugar de las 3 carabelas, una computadora de alta velocidad. En lugar de un Hernán Cortés, un títere simultáneo hecho gobierno en cada rincón del planeta. En lugar de espadas y cruces, una maquinaria de destrucción masiva y una cultura que tiene en común con el “fast food” no sólo su omnipresencia (Mc Donalds, como dios, está en todas partes), también su difícil digestión y su nulo poder nutritivo.

Y esa misma globalización hace que las bombas de los gobiernos israelí y norteamericano caigan en Gaza al mismo tiempo que estremecen el mundo entero.

Con la globalización el mundo entero de arriba se nos puso a la mano… mejor dicho, a la mirada y a la conciencia. Las bombas que asesinan civiles palestinos son también una advertencia que hay que aprender y asimilar. Y el zapatazo a Bush en Irak puede ser reproducido en casi cualquier rincón del planeta.

Y todo va de la mano del culto a lo individual. El entusiasmo que despertó entre los bien portados el zapatazo a Bush (que sólo evidencia la mala puntería del periodista), es festinar un gesto valiente pero inútil e intrascendente para lo fundamental, como semanas después lo demuestra el apoyo del gobierno de Bush al crimen que el gobierno israelí perpetra en territorio palestino… y, perdonen si desilusiono a alguien que haya encendido sus velas al pie de la imagen de Barack Obama, que el sucesor de Bush respalda.

Y mientras la mala puntería en Irak provoca aplausos, la insurrección en Grecia provoca preocupaciones: “Hay el peligro”, alertan y exorcizan, “de que la rebelión en Grecia se extienda al resto de Europa”.

Ya hemos escuchado y leído lo que nos comunica la rebelde juventud griega de su lucha y de lo que enfrenta. Lo mismo de quienes en Italia se preparan para resistir a la fuerza del gobierno. Y la lucha cotidiana de nuestr@s compas en el norte del norte.

Y frente a esto allá arriba todos sacan sus diccionarios y encuentran la palabra “violencia” y la contraponen a “institucionalidad”. Y sin darle contexto, es decir, posición de clase, acusan, juzgan y condenan.

Y nos dicen que es violenta la juventud griega que hace arder la península helénica. Claro que se edita, se mutila, se borra el hecho de que la policía asesinó a un joven.

En México, en la geografía marcada por la ciudad del mismo nombre, un gobierno de izquierda institucional asesinó a un grupo de jóvenes, adolescentes en su mayoría. Un sector de la intelectualidad progresista guardó un silencio cómplice argumentando que eso era para distraer la atención del público, supuestamente puesta en el carnaval en que se convirtió la supuesta defensa del petróleo. La agresión sexual posterior a las mujeres jóvenes en los separos de la policía se perdió entre el sonido de los bombos y platillos anunciando una consulta que después fue un fracaso. Y, en cambio, no se condenó la violencia de la policía, que, contra lo que se dijo, no actuó desordenadamente. Esa policía ha sido preparada desde hace años para reprimir, hostigar y abusar de jóvenes, de vendedores ambulantes, de trabajador@s sexuales, de colonos y de todo aquel que disienta del gobierno de las pistas de hielo, los mega espectáculos al estilo Fujimori y las recetas para hacer galletitas. Y no hay que olvidar que la doctrina que anima a esta policía fue importada a la Ciudad de México por el hoy presidente “legítimo” de México cuando era jefe de gobierno del DF.

En la Ciudad de México y en Grecia los gobiernos asesinan jóvenes.

La mancuerna gubernamental EU-Israel marca ahora en Gaza la pauta a seguir: es más efectivo matarlos cuando son niños. (…)

Pero en nuestro dolorido México quienes se llevan el primer lugar en usos y abusos de manosear el término “violencia” son Felipe Calderón Hinojosa y medios de comunicación que lo acompañan (cada vez menos, por cierto). El señor Calderón, aficionado a los juegos de computadora de estrategia en tiempo real (su juego favorito, lo declaró alguna vez, es “Age of Empires” –“la época de los imperios”-), decidió que, en lugar de pan y circo, al pueblo había que darle sangre. Como el circo ya lo dan los políticos profesionales y el pan está muy caro, Calderón decidió, apoyado en un bando de narcotraficantes, hacerle la guerra al otro bando. Violando la Constitución, sacó al ejército a cumplir labores de policía, ministerio público, juzgado, carcelero y ejecutor. Que esa guerra la está perdiendo lo sabe cualquiera que no sea de su gabinete, – y que la muerte de su pareja sentimental fue un asesinato, también se sabe aunque no se publique-.

Y en su guerra, las fuerzas del gobierno de Calderón tienen en su haber el asesinato de no pocas personas que nada debían, de niños y de no natos.

Con Calderón al frente, el gobierno de México va un paso delante de los de Estados Unidos e Israel: él los mata desde que están en el vientre materno.

Pero se dijo, y todavía lo repiten locutores y editorialistas, que se iba a usar la fuerza del Estado para combatir a la violencia del crimen organizado.

Y cada vez más se ve que el crimen organizado es quien dirige la fuerza del Estado.

Aunque tal vez todo se trate de una inteligente estratagema de Calderón y su objetivo sea distraer la atención de la gente. Ocupado como está el público con el sangriento fracaso de la guerra contra el narcotráfico, puede que no se dé cuenta del fracaso calderonista en política económica.

Pero volvamos a las condenas a la violencia que desde arriba se hacen.

Hay una transmutación tramposa, una falsa tautología: dicen condenar la violencia pero en realidad condenan la acción.

Para ellos, los de arriba, la inconformidad es un mal del calendario o, cuando también se desafía a éste, una patología cerebral que se cura, según algunos, con mucha concentración mental, poniéndose en armonía con el universo y así todos somos seres humanos… o ciudadanos.

Para estos violentos pacifistas todos son seres humanos: lo es la joven griega que levanta la mano con una molotov en ella y el policía que asesina a los Alexis que en el mundo han sido y serán; lo es el niño palestino que llora en el funeral de sus hermanitos muertos por las bombas israelíes y el piloto del avión de combate con la estrella de David en el fuselaje; lo es el señor George W Bush y el indocumentado asesinado por la Border Patrol en Arizona, EU; lo es el multimillonario Carlos Slim y la mesera de un Sanborns que debe viajar 3 ó 4 horas para llegar al trabajo y salir de él y si llega tarde la despiden; lo es el señor Calderón, quien se dice jefe del ejecutivo federal mexicano, y el campesino despojado de su tierra; lo es el señor López Obrador y los indígenas asesinados en Chiapas a quienes ni vio ni oyó; lo es el señor Peña Nieto, depredador del Estado de México y el campesino Ignacio Del Valle, del FPDT, preso por defender a los pobres; en fin, lo son los hombres y mujeres que tienen la riqueza y el poder, y las mujeres y hombres que no tienen nada más que su digna rabia.

Y allá arriba demandan y exigen: “Hay que decir no a la violencia, venga de donde venga”… teniendo cuidado de hacer énfasis si la violencia viene de abajo.

Según ellos, todos y todas deben ponerse en armonía para que sus diferencias y contradicciones se resuelvan y gritar la consigna: “el pueblo armado también es explotado”, refiriéndose a soldados y policías.

Nuestra posición como zapatistas es clara. No apoyamos el pacifismo que se enarbola para que sea otro el que ponga la otra mejilla, ni la violencia que se alienta cuando son otros quienes ponen los muertos.

Nosotros somos quienes somos, con todo lo bueno y todo lo malo que cargamos y que es nuestra responsabilidad.

Pero sería ingenuo pensar que todo lo bueno que hemos logrado, incluido el privilegio de escucharlos y aprender de ustedes, se hubiera conseguido sin la preparación de una década entera para que amaneciera el Primero de Enero como de por sí amaneció hace 15 años.

No fue con una marcha o un desplegado de los-abajo-firmantes que nos dimos a conocer. Fue con un ejército armado, con los combates contra las fuerzas federales, con la resistencia armada, que nos dimos a conocer al mundo.

Y nuestros compañeros y compañeras caídos, muertos y desaparecidos, lo han sido en una guerra violenta que no empezó hace 15 años, sino hace 500 años, hace 200 años, hace 100 años.

No estoy haciendo una apología de la violencia, estoy señalando un hecho constatable: en guerra nos conocieron, en guerra nos hemos mantenido estos 15 años, en guerra seguiremos hasta que este rincón del mundo llamado México haga suyo su propio destino, sin trampas, sin suplantaciones, sin simulaciones.

El Poder tiene en la violencia un recurso de dominación, pero también lo tiene en el arte y la cultura, en el conocimiento, en la información, en el sistema de justicia, en la educación, en la política institucional y, por supuesto, en la economía.

Cada lucha, cada movimiento, en sus muy particulares geografías y calendarios, debe recurrir a diversas formas de lucha. No es la única y probablemente no sea la mejor, pero la violencia es una de ellas.

Es un gesto bello el enfrentar con flores los cañones de los fusiles, vaya hasta hay fotos eternizando el acto. Pero a veces es necesario hacer que esos fusiles cambien de objetivo y se dirijan hacia arriba.

(...)


El EZLN vive. ¡Viva el EZLN!

Muchas gracias.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 2 de enero del 2009.

Texto completo: http://www.lafogata.org/zapa2008/zapa.4.2.htm


sábado, 1 de mayo de 2010

Aclaración

Abajo de esta entrada, el comentario realizado por el compañero Juan José al texto de Gramsci que publiqué... el diálogo-debate está abierto.

Saludos,

Juan

Juan José (JJRCBA) sobre la entrada Gramsci

El texto de Gramsci me parece excelente, pero la palabra odio no parece feliz en un contexto político. Es cierto que la fuerza opernte e inoperante de la indiferencia mueve y promueve inequidades, pero la palabra odio constituye un generador semiótico de violencias que poco puede aportar al entedimiento y al logro de consensos para una realidad sociopolítica más digna.
Podría jugar un juego: buscar un significante alternativo que diga lo que puede y quiere decirse sin usar el vocablo odio. Y quizás ese juego sea posible si entendemos que los vocabularios evolucionan según nuestras necesidades.
En esa evolución, Odio es un vocablo que difícilmente pueda contribuir a zanjar diferencias y buscar acuerdos menos violentos para hacer extensiva una visa mejor a aquellos que hoy padecen las inequidades de la existencia pública

Gramsci y el 1° de Mayo

ANTONIO GRAMSCI

Odio a los indiferentes

Gentileza Sin Permiso, especial para Causa Popular

Hace ahora 70 años, el 27 de abril de 1937, moría Antonio Gramsci en un hospital penitenciario, apenas 6 días después de haber recobrado formalmente la libertad, tras cumplir, en situación penosísima, más de 10 años de cárcel de los más de 20 a que le condenó un tribunal mussoliniano. Acaso sea Gramsci hoy, junto con Walter Benjamin, el clásico del socialismo marxista más grotesca e ignaramente manipulado por unas “humanidades” académicas franco-norteamericanas olvidadizas de la historia del movimiento obrero europeo. Para conmemorar su muerte -dada a conocer al mundo por las emisoras de radio de la Barcelona revolucionaria- hemos elegido un característico textito suyo de juventud (publicado por vez primera el 11 de febrero de 1917 e inédito en castellano) que, entre varias otras, tiene la virtud de no ser fácilmente pasible de manoseo pseudoacadémico.

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

Traducción para www.sinpermiso.info: Antoni Domènech

teoria politica II. horarios y lugares

Viernes 7 de Mayo, 18 a 22 hs: Aula Chica SRT
Sábado 8 de Mayo, 9 a 13 hs: Aula Chica SRT
Docente: Dra María de los Angeles YANNUZZI


Viernes 14 de Mayo, 18 a 22 hs: Aula Chica SRT
Sábado 15 de Mayo, 9 a 13 hs: Aula Arriba CEA
Viernes 21 de Mayo, 18 a 22 hs: Aula Chica SRT
Sábado 22 de Mayo, 9 a 13 hs: Aula Chica SRT
Viernes 4 de Junio, 18 a 22hs: Aula Arriba CEA
Sábado 5 de Junio, 9 a 13 hs: Aula Arriba CEA
Viernes 11 de Junio, 18 a 22hs: Aula Arriba CEA
Sábado 12 de Junio, 9 a 13hs: Aula Chica SRT
Docente: Dr. Alejandro GROPPO